MEDITACIÓN FACILITADA POR: ESCUELA SESHAT COSMOSOPHIA
Comenzamos con la Meditación de la Luna Llena de Piscis, en el día de hoy 31 de Agosto de 2012…
Soy la posibilidad, también la probabilidad, Soy todo aquello que sueño Ser. Y a través de soñar, de imaginar, de vivir la magia y de sentir en profundidad, Todos en Unicidad caminamos para descubrir ese futuro que deseamos alcanzar. Yo Soy la expresión Sagrada del Amor Divino. Me uno al Padre y me uno a la Madre, pues Yo Soy el Hijo. Soy el Todo y la Nada, y aún así Soy, porque Vivo en ellos y por ellos Existo.
Nos colocamos en nuestro espacio sagrado…
Relajamos el cuerpo, comenzando por las extremidades, tronco y cabeza…
Nos conectamos con nuestro ritmo de respiración y con nuestro Corazón Sagrado…
Sentimos como nuestra esfera de conciencia, penetra dentro del Corazón, abriéndose paso lentamente…
Solicitamos la presencia de nuestro Séquito de Luz y visualizamos como nos acompañan estos magníficos seres en este precioso y mágico viaje…
Un increíble y poderoso haz de luz aparece proyectado desde lo más elevado de nuestro Ser y se instala asimismo en nuestro corazón. Es la voluntad de nuestro Ser Superior.
Ante nosotros, se abre una gran puerta de intensa luz dorada, en su centro hay un vórtice energético, tan poderoso y amoroso que sentimos ganas de penetrar en su interior.
Al permitirnos ser absorbidos, accedemos a un espacio en el que el silencio es absoluto. Y en este silencio, respiramos mientras nos conectamos con nuestro cuerpo de Luz. Ante nosotros aparecen incontables imágenes, en las que son proyectados todos nuestros logros como seres humanos. Nos sentimos agradecidos y orgullosos, de haber conseguido ser la expresión de lo más inmenso y poderoso, nuestro Gran Ser Espiritual… ese que en realidad siempre fuimos nosotros…
Todo se produce en el más absoluto silencio. Sentimos nuestro Espíritu más anclado que jamás antes lo hubiéramos sentido. Sentimos nuestra completitud y nos fundimos profundamente con ese sentimiento. Es tanto el Amor y la paz por lo que estamos viviendo, que un extraño éxtasis nos abraza, produciéndonos un estado de Amor tan puro, que no existe nada más en el Universo capaz de provocar ese sentimiento tan profundo…
Es el abrazo de Dios Padre y Madre…
(pausa)
Tan pronto como sentimos que ya estamos en Hetram, algo muy poderoso, se ancla en nosotros. Se trata del poder del recuerdo, de la sabiduría de la memoria, del Corazón de la Dama que se entregó para que la Humanidad y el Cosmos, evolucionaran. Se trata del influjo de la Bella Dama Luna, la dulce y entrañable Selene.
Los niños y niñas, se muestran impacientes, quizás podríamos decir, más que nunca. Se miran con complicidad entre ellos y pícaros, nos cogen de la mano, para que los acompañemos.
Sentimos una alegría tan intensa, que sabemos que este día será muy especial. Cada uno de nosotros, va de la mano de un niño o de una niña de Hetram. Nuestro acompañante, nos pide que le miremos a los ojos, nos quiere dar su nombre. Lo hacemos. Nos miramos profundamente y así, en silencio, recibimos el nombre.
(pequeña pausa)
Buscamos ahora el lugar en el que vamos a realizar el último de los encuentros constelares. Un ápice de nostalgia nos provoca que nos emocionemos. El trabajo con los arquetipos constelares y con la Luna, va a llegar a su fin, pero tenemos la certeza de que algo muy mágico va a suceder tras este precioso día. Los niños y niñas, nos lo confirman.
El descubrimiento de Hetram no ha acabado todavía, sino todo lo contrario. Acaba de comenzar la mayor aventura, jamás antes vivida. La que trae consigo, el Amor Verdadero.
Es entonces cuando todos los seres del Reino Arco Iris, que nos han acompañado durante todos estos días, hacen acto de presencia, no se quieren perder lo que hoy suceda.
De repente, un apuesto y angelical caballero que no conocíamos, aparece. Viene muy bien acompañado, nos visita, con la chica de sus sueños. Se trata de aquella preciosa mujer en la que se convirtió la Dama Virgo, pues tras su transformación, ahora se puede ver a una hermosa y sencilla joven, enamorada de la vida tal y como es. La pareja, cogida con fuerza de la mano, nos saludan a todos. Los niños y niñas entonces, no pueden ocultar la emoción y entre saludos y risas, nos contagian a todos con todo su Amor.
Seguimos adelante. Parece que volvemos a penetrar en El Bosque, aquel en el que conocimos a Handirae y al Señor Duende. Esta vez, quizás, con un poco de suerte, los volvamos a encontrar.
Caminamos. La magia del Bosque, se apodera de nuestro Ser. Es imposible no rendirse a su saber. Una Luz intensa, invade el lugar y provoca que al caminar sobre esa tierra, la Luz se convierta en algo muy especial.
Seguimos paseando cogidos de la mano de nuestro niño.
Finalmente, podemos apreciar el sonido del agua. Se trata de agua cristalina y divina, que forma un precioso Manantial, en cuyo centro se puede observar una enorme Cascada, que parece bajar del mismo cielo estelar. El conjunto forma un misterioso Lago, pues contiene todo ello, tanto Amor y Belleza, que nos es complicado sentir que en la vida exista algo tan puro.
Si prestamos atención, se puede escuchar su voz angelical. Mientras nos detenemos a sentir, una espectacular Dama aparece tras las aguas de la Cascada. Está bailando con gran dulzura y humildad. Se trata de un eterno baile conmovedor, que inició en su día, esperando que volviera el hombre del que se enamoró.
(pausa)
Es entonces cuando Piscis, mira a su Dama y sólo entonces, comprende el dolor por la espera que todos hemos vivido. Es ahora, cuando llega el momento de contar una preciosa y enigmática historia.
Nos relajamos y comenzamos con el relato:
Estaba un buen día bailando bajo el flujo de la Cascada - cuyo caudal se alimentaba del amor que sentía la Dama por un Señor - cuando un terrible sufrimiento, colmado de dolor, alcanzó El Lago. La Dama, rauda se dispuso a buscar su procedencia. Fue entonces ese, el primer día que supo de Él. De la existencia de otro Ser, cuya forma de vida era totalmente opuesta a la suya. Era notablemente hermoso, generoso, poderoso, robusto y anguloso. Jamás antes la Dama conoció a alguien así. Cuando por vez primera percibió su rostro, en lo primero que deparó fue en sus ojos. Los pudo sentir preocupados, mancillados y ocultos de una vida que trajera a su reino sabiduría.
Shamaat, no pudo evitar llorar por ello, sintió el terrible sufrimiento de aquel Gran Señor, que por todos los medios buscaba una solución. Cuando la Dama se asomó al reino de Ikarom, observó atentamente el motivo de su desesperación.
Esperó, saciándose del lugar inmenso e interminable, en el que alcanzó vivir. Mostrándose en su propia esencia, esa que la hacía tan frágil y a un tiempo tan poderosa, consiguió penetrar en los mundos de la eternidad, y sólo desde ese espectacular lugar, poder a su Amado liberar. Entonces, cauta y tímida, pero a un tiempo, simpática y hermosa, dijo:
- Para que todos me conozcáis, sabed que Yo Soy El Gran Manantial del Universo.
Días y noches, sintió el dolor exasperante de aquel hombre, el único que no era capaz de considerarse el rey de su reino, pues según parecía no disponía de total potestad para ello. Seguramente, existiría un importante motivo.
Entonces la Dama dijo:
- Vertí la lluvia de mi esencia, sobre su apesadumbrado Corazón, con la esperanza puesta en que en su momento descubriera quien Soy Yo.
Ahora sólo podía esperar. Creer en Él y en su capacidad para dar con la Verdad. Shamaat, celebró cada uno de sus días, los grandes descubrimientos que Él le regaló, a través de la Voluntad de su Fuego iniciador. Lloró, gritó, se humilló y se levantó, pues todo formaba parte de un gran aprendizaje, ese en el que un buen día, decidió volcarse.
- Habrá un largo camino por delante, pero un objetivo claro, en el momento preciso, mis aguas penetraran en su cauce.
Y al decirlo, se escuchó palpitar de gozo, todo átomo cósmico, pues cada átomo quedaba afectado por aquello que se revelara, tras la experiencia alcanzada.
(pausa)
Mientras El Gran Manantial sentía y tomaba decisiones, se encontraba el Rey de Reyes, resolviendo incontables situaciones. Agotado tomó asiento y casi por vez primera, decidió que algo muy profundo tenía que cambiar en su reino. Así, sin más, se quedó elucubrando sobre ese Paraíso que sólo sería alcanzado, tras el duro sacrificio.
Al quedarse adormecido, pudo contemplarlo con claridad, se trataba de un lugar de múltiples y diversos colores de los que poder vivir y disfrutar con amor y paz. Ese dulce Paraíso, que casi en sueños pudo tocar, sólo cobraría sentido si en él se fraguaba la verdadera vida, ese flujo que aportara a lo más complejo lo sencillo, y a lo sencillo el reflejo de su complejidad.
De repente, un buen día, sólo en sus sueños, apareció una preciosa mujer, era una bella Dama que insistía una y otra vez, en que la riqueza estaba aún por ver.
Ikarom – este era el nombre del Rey – no comprendía muy bien el mensaje de la bella mujer. Sintió que en ningún instante del día, debería obviar cual era el mensaje, que ella deseaba con tanta insistencia, hacerle llegar.
Fue entonces, cuando la aparición en sueños de aquella dulce mujer, provocó que Ikarom contemplara con detenimiento, todo aquello que sucedía en su propio reino. Al hacerlo percibió, que en él había de todo, pero también no había de nada, pues cada cosa que con su belleza llenaba un espacio vacío, perdía el brillo cuando por ella, no fluía la fuente que en Verdad, le daba sentido.
Fue ese día de pura recapacitación, el mismo en el que advirtió que su reino se ajaba, si nada de lo que en él existía, encontraba un motivo o razón, por el que llenar los vacíos que de ellos se apoderaban.
La existencia, continuaba su camino, pero lo hacía dentro del caos y sin ningún sentido. Todo ello alertó enormemente a Ikarom. Observaba detenidamente su reino, pero en él no había nada que lo colmara. Siquiera la vida que transcurría, tenía una dirección.
Un buen día, mirando a los ojos al astro Sol, supo que si no intervenía, su Universo y toda vida, se precipitaría sin solución. Una gran hecatombe, se proyectaría en la Galaxia, y aquello no tendría perdón del Creador. Ninguna creación estaba hecha para ser destruida, sino para ser cada día un reflejo mayor de su hogar y de su dicha, y eso, el Rey de Reyes lo sabía.
Cuando miraba hacia un lado, observaba a unos seres, cuyo idéntico comportamiento, los llevaba a quedarse anclados y a no conocer que existían otras formas de proceder.
Cuando miraba hacia otro lado, otro grupo de seres, totalmente diferentes a los anteriores, alcanzaban idéntico grado de ignorancia, sobre el resto de la existencia. Cada gueto que ostentaba un origen en su Galaxia, traía consigo una naturaleza muy bien diferenciada, de forma que ante un acontecimiento, cada cual actuaba según su origen y procedencia. Esta circunstancia provocaba un gran aislamiento y una serie de condicionamientos, que en nada beneficiaban ni a los orígenes ni al propio reino. Tan enquistado estaba todo movimiento cósmico y toda relevancia de cada gueto, que nada en el reino se alimentaba de nada que lo llevara a descubrir algo nuevo. No existía ningún tipo de alimento que los nutriera para que toda esa vida se pudiera alimentar y creciera.
Fue entonces cuando el Sol, le pidió a Ikarom que no temiera, que existía una Dama que de tanto que le amaba, traería con ella una solución. Ikarom, casi como un niño pequeño, lloró de la emoción, y al hacerlo una tierna mano, de intensa pasión, se posó en su rostro, acariciándolo.
Con los ojos cerrados, permitió que aquella mano, le mostrara como se colmaba cada creación. Así Ella, quien entregaba toda su alma, se posó en su reino y a modo de Manantial eterno, con Él se fundió.
Un estallido hizo brillar al Cosmos, sin que nadie supiera muy bien porqué.
Cuando Ikarom despertó, pudo recordar a la perfección, a la Dama que lo salvó de la absoluta destrucción. Estuvo atento y fue tanta su atención, que de repente todo en el Universo cambió. Del mismo Centro de la Galaxia, brotaba sin principio ni fin, un inmenso Manantial de aguas, que como un torrente, inundaba de Amor y Paz, obligando a toda vida a sentir en profundidad. Ikarom, se emocionó de nuevo. Fue tanto el Amor que por Ella sintió, que se comprometió con el mismo Creador, a llenarla a Ella de todo su Ser, sin excepción. Para que esto pudiera suceder, primero tendría que encontrarla, conquistarla y sobre todo entregarle todo de sí en absoluta dedicación. Ese era su gran reto: Hallar a la Dama. La que brindó su amor y saber, para que la vida fuera la premisa y la muerte, sólo un paso, a una mayor expresión de vida.
(pausa)
Pasado el tiempo, emocionado con el encuentro, Ella volvió a aparecer, esta vez fue para decirle que en su seno, albergaba un Hijo y una Hija de Él. Ikarom, quedó perplejo. No se lo podía creer. La intensidad de su Amor, había hecho su efecto. Así, la mujer continuó diciendo:
… este Hijo e Hija que de ti gesto, es la finalidad de nuestro Universo. En Él y Ella alberga el Amor-Sabiduría, que será el culmen de la unión que hemos creado. Para que nuestro Hijo e Hija puedan gestar el Hijo perfecto. La Alianza entre ellos, tiene que ser el vivo reflejo del Amor Incondicional que nos tenemos.
La Luz, sólo se verá, cuando toda vida sin excepción alcance la mayor forma de expresión en su propia libertad e individualidad.
Cuando esa gran consecución, que no permita un ápice de duda o condición, se genere, el Espíritu del Hijo Perfecto llevará de la mano a su Hermana, la Hija que contendrá el Amor y la Verdad. Sólo Ella materializará aquello que su Hermano haya alcanzado conquistar, así el uno y el otro se convertirán en la Divina Luz, en esa en la que el propio Creador se conseguirá expresar…
Ikarom, prendado de Amor por aquel suceso que trajo a su vida un sentimiento difícil de explicar, también quiso intervenir:
… La forma de amar que he descubierto, no tiene ni principio ni fin, ahora sé que estoy en lo cierto, que todo aquello que tú me brindas a mí, es lo único que me da un sentido para vivir y es por ello, por lo que Yo, me brindo a tus deseos, a todo aquello que nutre nuestro hermoso Reino. Nuestro Hijo e Hija, volcarán todo lo que tú y yo sabemos, para que a través de lo mejor y más elevado de ambos, consigan expresar tu más absoluto deseo. Ese que contiene la Verdad en sí misma, al poseer a todos los Corazones que habrán contribuido a la Belleza Sagrada, nunca antes manifestada…
- Dime, tu nombre. Dime quien eres, para que el resto de mis días pueda agradecerte la Salvación de este Universo…
- Soy Shamaat, la única que porta consigo la auténtica Verdad, esa que sólo al final se revelará, tras alcanzar la finalidad. Yo Soy el Gran Manantial.
- ¿Cuándo podré verte? ¿Cuándo podré tocarte, mirarte y rozarte…? – le imploró.
- Sólo sucederá cuando se haya completado la experiencia de nuestro Universo. Antes no.
- Pero… ¿podremos soportarlo…? ¿…podremos…?
- Si eso sucediera antes, sería la propia intensidad del Amor que nos tenemos, la que nos podría traicionar y hacer olvidar nuestro propósito – concluyó, esbozando una auténtica sonrisa del más puro y tierno Amor.
- Lo entiendo. Viviré mis días y mis noches por encontrarte, por el mismo instante de rozar tu cabello con mis dedos, por un único beso, que de tus labios eternos puedas fundir en mi infinita mirada. Esta declaración de auténtico Amor, quiero dejarla grabada, para que todo en nuestro reino viva y muera por ello. Y que cada vida que consiga alcanzar la auténtica forma de amar, será un átomo más de nuestra Sed y Voluntad.
Ella, una vez más sonrió, esta vez sin decir nada, sólo segura de que Ikarom, viviría y moriría por el bien mayor y que un día en los albores de la historia, se escribiría su intensa, larga y dura, historia de Amor.
(pausa)
Tras este intenso sueño, se levantó raudo, había tomado una decisión. Alcanzó la Gran Montaña. Caminó incansable, aterido por el frío de la noche, una noche blanca, de plenilunio. Miró a la Luna y en un destelló creyó ver su cara. Si no era ella, se asemejaba en mucho a su amada. Insistió en desvelarla. Entonces ella – la Luna - con coquetería, le sonrió. Cuando, quiso detenerse para decirle algo, había desaparecido. La Luna resplandecía, pero ni hablaba ni sonreía.
Ikarom, cabizbajo, continuó caminando. La preocupación que se había instalado en el reinado, era de suficiente envergadura, como para actuar. Ikarom, lo tenía claro. Shamaat, inundando con su magia el Universo, era la única que lo iba a poder salvar.
Ahora, unos hijos venían en camino. Nada ni nadie, iba a poder destruir aquello que tanta dicha le daba. Se habían encontrado y aquel encuentro, se había convertido en algo tan sumamente sagrado, que era indisoluble. Iba a ser Padre, y como tal iba a ofrecer a sus hijos aquello que merecían.
Cuando lo tuvo claro, no dudó en actuar. Tras aquella decisión que había tomado, sabía que algo fuerte se iba a desencadenar, pero ésta era inapelable. Nunca antes lo había hecho. Sería la primera vez, que acudiría en persona, para que todo aquel que le intuía, esta vez lo pudiera ver. Estaba decidido a encarnar.
Limpió todas sus armas, no podía acudir con todo su poder, pues éste era tal, que podría convertirse en destructor. Alivió sus quehaceres y preparativos, mucho antes de que el Sol despuntara, tras la cúspide de la Gran Montaña. Respiró profundamente agradecido, y acto seguido, sin más, se lanzó al vacío.
Dirigió su proyección hacia el objetivo y así como lo deseó, el objetivo apareció ante él. Una gran lucha interna se abrió en ese instante de la caída. La densidad en la que se estaba sumergiendo, le provocaba que a cada movimiento, perdiera algo vital de sí. Era como si la densidad le obligara a dejar quien era, y eso era muy duro de aceptar.
Gritó de dolor. Gritó, por todo aquello tan nuevo para él. Gritó de nuevo y gritando fue dejándose perder en aquella oscuridad que lo invadía todo. Su Ser al completo se desgarró, y tal y como se fragmentó para soportar aquella lejanía y aquel lugar frio, se esfumó toda voluntad.
Tras este crudo episodio, no era capaz de recordar nada, más que absoluta desesperación. Infinitas preguntas se abrieron en su mente, que sin medida ni control, creó un caos interior difícil de soportar.
Toda belleza conocida, toda perfección, se había quedado en un nimio recuerdo, que incluso le hacía dudar de si aquello había existido o no.
Se sacudió intensamente, pero por más que se sacudiera, todo eso que ahora se había instalado en él, no lo abandonaba por más que lo intentara expulsar.
El cansancio, lo extenuó. La situación era más poderosa que él mismo. Se quedó dormido como un niño desamparado. El sueño fue lo único que lo alivió. Se rindió a ello. Nunca antes había experimentado esa sensación. Ese estado le permitía acceder a un lugar en el que no existía la densidad. Ahí se sentía libre y como hombre libre, lloró. Al caer grandes lágrimas de sus ojos, una mujer se compadeció. Sin dudarlo, lo recogió entre sus brazos y sin decir nada, lo acunó.
Ella era su Princesa, era Shamaat, pero para su sorpresa, desde donde se encontraba, su Princesa había crecido, en cambio él era tan sólo un niño. No coincidían en edad.
Cuando se hizo consciente de ello, su Corazón se desbocó. Era imperioso crecer y madurar. Shamaat sonrió y con su dulce sonrisa la misma que la que esbozó la luna, quiso decirle que el tiempo, no era para ella una prioridad.
Entonces Ikarom le contestó:
- Voy a hablar con el Creador y le voy a exponer esta situación. Mi intención será rogarle el don del Tiempo. A través del Tiempo te entregaré el reino que mereces. Regresaré como un verdadero Rey. Maduro y pletórico de Poder. Proyectaré mi Ser en los confines cósmicos, y cada fractal de mí, portará en sí la condición que exijo. Todo aquel que venga esencialmente de mí, portará la señal en su nombre, esta señal será Karom, la evolución del Rey de Reyes.
Shamaat, visiblemente emocionada le besó por primera vez. Ahora podía hacerlo. Fue un beso de compromiso eterno, de amor verdadero y tras esa bella demostración de amor, le dijo:
- Te acompañaré. Seguiré todos tus pasos. Te hablaré tiernamente al oído, cuando agotado grites al Tiempo que es tu enemigo. Velaré por ti, todos mis días y todas mis noches. No me agotaré, porque estoy hecha para resistir todo aquello que la experiencia me dote. Viviré por ti y para ti y sólo, únicamente me entregaré a ti, el día en el que el Tiempo se agote y te devuelva libre de toda lucha y completo de quien verdaderamente eres. Pues El Manantial se convertirá en la Luna, será esa parte de mí, la que verterá toda forma de Amor que entre ambos consigamos volcar para que crezcas al mismo ritmo que lo hace el Corazón. Mi nombre será Selene y ella acabará sus días cuando maduro y seguro, te hayas colocado en tu trono y proclames al mundo que tu reino no está vacío, que por él fluyen las más sagradas aguas, esas que nutren de vida toda creación.
Ikarom, tal y como un niño pequeño haría ante tanta cualidad de amor, lloró desconsoladamente. Ante sí, se abría la oportunidad que le daría sentido a su existencia. Sin más, secó sus lágrimas y al volverla a buscar, supo que ya no la vería más. Supo que sabría todos los días de su presencia y eso lo tranquilizó. Así cuando mirara a la Luna, la vería a ella acunando su corazón.
(pausa)
Un fuerte golpe contra el suelo rocoso de la Gran Montaña, lo devolvió a la realidad más elevada, aquella en la que se encontraba su Hogar. Tras lanzarse al vacío, en todo aquel recorrido, había sido capaz de descender hasta dar con Shamaat. Su Corazón estalló de amor. Recordó el dolor, la negación, la desproyección, la inconsciencia de su verdad mayor. Iba a ser un duro camino el que se alzara tras el compromiso. Al final, el Amor, la Sabiduría y la Paz, serían el reflejo de todo aquel largo y extenso camino, que siquiera había comenzado.
Ahora quedaba algo crucial. Acudir al Creador a solicitar el beneplácito que le ayudaría a su Universo a evolucionar. Tendría que presentarle el claro propósito y la finalidad. Sólo entonces, con total claridad, el Creador decidiría. Dedicó el resto de sus días a elaborar el Plan del que surgiría la expresión de vida más hermosa que el cielo pueda imaginar. Esbozó una gran sonrisa cuando terminó.
Creyó estar en lo cierto al juzgar, de que era el suyo, el Plan más osado que se pudiera alguien plantear. Tuvo claro también, que el fallo, el error y el fracaso, eran una probabilidad. Ahora sólo tenía que ver como acataría el Creador su diseño y planificación.
Con la fuerza de la intención, anclada en su Corazón, inició el largo camino que le llevaría a dar con el mismo Padre de Toda Creación. Hacía mucho que no acudía a Él. Quizás más de lo que debiera. Deseó con todas sus fuerzas, no haber olvidado el camino que lo conducía al desierto en el que lo hallaría. Sólo en ese paraje intransitable, podría encontrarle. Oteó la cumbre, todavía quedaba un trecho, pero su voluntad estaba tan llena de amor que sabía, en su fuero interno, que no habría forma de hacerlo desistir en su intención.
Encontró una oculta cascada, brotaba una fuente de agua. Quiso probarla, la sed, lo provocaba. Al acercarse a la fuente, la imagen de Shamaat se posó en su retina.
Se giró rápido. Quizás ella estaba también allí. No pudo verla. Pese a su decepción, se recompuso, recordó sus palabras.
“… Te acompañaré. Seguiré todos tus pasos…”
Entonces lo supo, supo que aquella fuente la había puesto ella, para que bebiera y se ungiera del sentimiento que tan fuertemente los unía. Nunca lo habría hecho, pero aquella vez sintió que tenía que hacerlo. En voz alta y clara gritó para que desde donde estuviera, lo escuchara:
- Sé que me acompañas. Te he visto en esta cascada. He bebido de tus aguas. Gracias. Sabré reconocerte, todos y cada uno de mis días.
La cascada de repente, aumentó profundamente su caudal de agua cristalina. Era la clara evidencia de que lo había escuchado. Ikarom, gritó y saltó de alegría y sin pensárselo, se desnudó y se bañó en la fuente, permitiéndole a las aguas que lo inundaran con su sabiduría. Tras el agradable baño, continuó su camino. El Sol se puso. La Luna, más blanca que nunca acudió en su ayuda, refrescando la noche y dando un respiro a su andadura. La observó, era Selene quien sonrió. Pero ahora sabía que Selene también era Ella. Así, en su locura, le lanzó un entrañable beso de Amor.
(pausa)
Habían pasado eones de todo aquello. Desde que Shamaat e Ikarom, se comprometieran con profundo amor. Todo estaba preparado para el evento. Selene había entregado su Ser, para la evolución de Todo el reino. Ahora había llegado el momento de partir a una nueva forma de vida. Se iba contenta. Sabía que había aportado lo justo y necesario. Sabía que se había brindado tal y como sentía. Permitiéndose cada una de las noches de su vida, sentir intensamente lo que vivía, sin reprimir nada, por más que le doliera, lo negara o la transportara a las emociones más siniestras, pues siempre de ellas remontaba y cada vez que de sus oscuridades renacía, invadía de Luz, ese Hogar en el que había elegido experimentar su intensa forma de vida.
Había llegado el momento, Selene declaró finalizada su vida por la tierra. Lentamente y rodeada de todos los seres cósmicos que la ampararon, retiró su aura. Muy lentamente, como si de un ritual se tratara. Mientras Selene recogía la totalidad de su Ser, el planeta al completo, le daba las gracias con todo su Corazón. Fue Handirae quien en nombre de todos, acudió a despedirla. La dulce Handirae, visiblemente emocionada, cogió la mano de Selene y juntas marcharon a otro plano. En breve, alcanzaron el centro mismo del Universo. En Alcione, las estaban esperando. Selene, cálida e impertérrita como siempre, ayudada por Handirae, volcó todos sus registros en el Gran Corazón Central. Despojarse de ello, supuso un gran alivio y tras liberar la última carga de su pasado, pereció en el más absoluto silencio.
Handirae, sin poder evitarlo, se tumbó a su lado, acariciándola, acompañándola más allá de la muerte y agradeciéndole enormemente, todo su sacrificio y saber. Handirae, en nombre de todos los Humanos de la tierra, garantizó que Selene se fuera libre de cualquier atadura con ellos, pues al liberarse la misma Luna, también lo hacía toda conciencia sujeta a este ser. Handirae se aseguró de que toda la Humanidad trascendiera por vez primera, su experiencia lunar.
Nos quedamos sintiendo el agradecimiento que cada uno de nuestros corazones siente por Selene. Se aleja. Poco a poco. Mientras su cuerpo inerte, se desvanece. Parte llena, completa de sí misma y de la riqueza de tanta experiencia. Se gira levemente, con el justo gesto para mirarnos con gran amor a todos y tras ello, continuar el nuevo sendero, ese que la conducirá allá donde Shamaat, le brinde una nueva oportunidad.
Shamaat, la está esperando. Está deseando abrazarla. Se abrazan y al hacerlo El Gran Manantial llora.
(pausa)
La historia de Shamaat e Ikarom no se ha acabado. Continuaremos en otro momento.
Al finalizar este relato, nos percatamos de que Piscis y Virgo también están llorando. Los niños y niñas se acercan a ellos, están deseosos de abrazarlos, pues tras todo este suceso, ellos se han regenerado. Podemos asegurar que Piscis traía consigo el gran secreto del inconsciente colectivo, ese que todos nosotros viviríamos, sin ser conscientes de que lo habíamos vivido. Esa grandeza del Alma, sería la única que conseguiría, unir a la secreta Dama de las aguas, con el amor de su vida. Ahora tenemos la certeza de que la conciencia colectiva ha crecido y madurado.
Escuchamos tras nosotros unos murmullos y risas. Se trata de una gran sorpresa, se trata del Señor Duende y su eterna Hija. Handirae, corre hasta donde nos encontramos. Siente alegría y tristeza. Es su forma de expresarse y nosotros nos unimos a ella.
Quiere añadir algo, quiere que todos sepamos, que ahora que la Humanidad se ha emancipado, el Planeta se convierte en Sagrado. Nos emplaza para otra ocasión, en la que nos explicará el proceso planetario, tras la marcha de Selene.
(pausa)
Agradecidos como nunca antes lo hemos estado por este especial día, advertimos que es el momento de regresar. Conscientes de la intensidad del día, con la Gratitud hacia nuestra mágica Luna nos disponemos a volver.
Sin perturbar el silencio y la paz que lo invade todo, dejamos este espectacular lugar…
Nos despedimos de todos, pronto, a través de otros encuentros, volveremos a vernos. Los niños y niñas, el reino animal al completo, así como el vegetal, el mineral y el dévico, acompañan a Seshat, Hetram se une también a ellos. Contemplamos como nos saludan, como se ríen y como nos desean que la riqueza de este logro, sea lo mejor para todos. Un precioso arco iris, destella poderoso en el cielo, de él emergen unas bonitas estrellas. Se trata del Hogar de cada una de las doce constelaciones. Su origen estelar, les está pidiendo que regresen. Así en primer lugar, es Aries quien parte, tras él le sigue Tauro, después se va Géminis y también lo hacen Cáncer, Leo y Virgo. Continúan Libra, Escorpio y Sagitario, para después alejarse Capricornio, Acuario y por último Piscis. Un juego de colores, estalla en el mismo cielo, son las doce constelaciones regalándonos la magia de su intenso fuego. Sentimos como la alegría y la dicha nos invade. Todo a regresado a su lugar y al mismo tiempo, todo se ha convertido en una gran unidad. Estamos orgullosos de ello.
Y poco a poco, sentimos como regresamos… El vórtice de luz aparece de nuevo ante nosotros…
Sentimos su mágica atracción y nos sumergimos en su interior…
Entramos de nuevo en el más profundo silencio y poco a poco, de vuelta a nuestro Corazón Sagrado, sentimos como la burbuja de conciencia, se eleva y nos conecta con nuestro cuerpo de nuevo…
Sentimos las extremidades, el tronco y la cabeza y lentamente podemos ir abriendo los ojos…
Feliz Final de Luna a Todos…